martes, 30 de mayo de 2017

La verdad del Elefante

Cuentan que hace mucho tiempo, en una recóndita región de la India llamada Bophal, gobernaba el gran Rajá Amannipan. Su sabiduría era bien conocida en todos los rincones de los diversos reinos, y era respetado y querido por monarcas, eruditos y generales, así como por todo el campesinado y la gente sencilla. Había logrado una prosperidad inigualable para sus súbditos, todos tenían tierras y no pasaban hambre. El orden y la justicia guiaban la vida diaria de todos.

    Aparte de sus deberes políticos, Amannipan dedicaba buena parte de su tiempo al estudio de la filosofía, la astronomía, la medicina y, sobre todo, la educación de su hijo Ramani.
Desde que nació, Ramani demostró haber heredado las portentosas cualidades de su padre. Era tremendamente curioso y perspicaz, dudaba de todo lo que le rodeaba y siempre quería saber más y más. A su padre le encantaba enseñarle cosas y contestar a todas sus preguntas.

    Un soleado día de verano, mientras padre e hijo paseaban por los jardines de palacio, Ramani sorprendió a su padre con una pregunta de infinita trascendencia: "¿qué es la verdad?"

    Ammanipan permaneció largo rato en silencio sin contestar, sin duda por primera vez en mucho tiempo le iba a costar encontrar la respuesta adecuada. Tras una larga búsqueda en la inmensidad de su mente, le indicó a su hijo que esperara unos pocos días, pasados los cuales, le resolvería su profunda cuestión.

    Así pues, pasaron unos días y Ramani fue convocado por su padre en una zona cercana al palacio donde se encontró con una escena que no esperaba: había un enorme elefante y 4 personas que, según observó, eran ciegas. Ammanipan, algo divertido por la sorpresa e incredulidad de su hijo, le explicó que había estado buscando por la región a 4 ciegos de nacimiento que nunca jamás habían podido ver a un elefante y ni siquiera habían estado cerca de uno.

    Tras esto, el rajá invitó a los 4 ciegos a acercarse al elefante de uno en uno para tocarlo por primera vez en sus vidas.

    El primero era un joven de pequeña estatura que, tanteando con su vara de bambú, llegó hasta situarse bajo la panza del elefante y tocó una de las patas del animal, que se encontraba de pie. Tras unos minutos se dió por satisfecho y dejó paso al siguiente, un joven alto y delgado que pudo palpar el lomo, la espina dorsal y la enorme cabeza del elefante.

    Tras él, se acercó un anciano de pelo largo y recia complexión, el cual se acercó a la parte trasera del elefante y pudo tocarla así como la larga cola acabada en una escobilla de pelos. El anciano se quedó convencido de que ya sabía todo lo que necesitaba y, tras hacer una reverencia, se alejó del animal.

    Por último, una hermosa mujer se acercó con cautela a la cabeza del elefante y palpó con detenimiento la trompa y los peligrosos colmillos. Tras unos minutos, se retiró con una sonrisa de seguridad.

    Ramani contempló todo esto y pestañeó desconcertado. No entendía como aquello podía ayudar a solucionar su duda acerca de la verdad. Su padre le invitó entonces a la sala de recepciones, donde los 4 ciegos habían sido conducidos. Ammanipan le pidió a cada uno de ellos que explicara cómo era un elefante.

    El pequeño ciego afirmó que el elefante era como una gruesa y sólida columna recubierta de piel y acabada en duras uñas. El alto replicó diciendo que el elefante era un animal muy ancho y largo, lleno de pelo e imposible de abarcar aunque al final tenía una gran cabeza. Ante estas afirmaciones, el anciano se burló argumentando que el elefante era un ser vasto y esférico, compuesto por 2 mitades y con una nariz fina acabada en pelos que, seguramente, le ayudaban a olfatear. La mujer finalizó diciendo que se equivocaban los 3 ya que el elefante era un animal similar a la serpiente, largo, delgado, con 2 orificios a modo de nariz y unos grandes cuernos que, sin duda, le ayudaban a cazar presas.

    Así los 4 ciegos estuvieron hablando y discutiendo hasta que la noche llegó sin que se hubieran puesto de acuerdo sobre la verdadera naturaleza del elefante. Ramani, algo exasperado, se volvió hacia su sonriente padre y éste le preguntó si le había quedado claro lo que era la verdad. Ramani, con la confusión palpable en su cara, respondió que era imposible, pues lo único que había podido sacar en claro era que ninguno de los ciegos sabía en realidad lo que era un elefante, que ninguno había alcanzado a saber la verdad.

    Sin embargo su padre le respondió "Tienes razón, ninguno sabe la verdad y, sin embargo, los 4 la conocen pues ¿acaso el elefante no tiene patas como columnas, un cuerpo inabarcable, una larga cola peluda y una trompa y unos colmillos? ¿cúal de los ciegos ha dado con la verdad? ninguno y todos, y por eso seguirán y seguirán discutiendo hasta que nos envuelvan las estrellas"


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